miércoles, 13 de junio de 2012
La verdad es que somos adictos a sufrir, y eso está en automático. Simplemente lo actuamos como si fuera una sentencia aplicada por algún castigo merecido. Pero podemos cambiar nuestra dependencia robótica al sufrimiento por el regocijo absoluto de vivir. Es tan simple como eso.
La mayoría de los seres humanos son infelices, y uno de sus entretenimientos preferidos es quejarse y culpar al afuera por lo que les sucede. Puede tratarse incluso de personas exitosas, hermosas, famosas, pero siempre hay algo que está mal para ellas y que no les permite ser felices. Porque, en realidad, no importa lo que tengas, lo que importa es lo que eres en cada momento, lo que estás siendo en tu vida. Y el estar siendo, el ser, tiene que ver con lo interno y no con lo externo.
Las personas se quejan, eso es algo constante, y donde quiera que vayan, siempre habrá algo que esté mal, ya sea con el gobierno, con el medio ambiente, con el clima o con la economía. Estando en Suiza o en Australia, yo no podía creerlo, ¡allí también se quejaban de la economía! ¡Me quedé boquiabierta! y les dije: ¡Ustedes no tienen idea, ni siquiera saben lo que significa ser pobre o no tener! ¡Increíble!
Ahora bien, esto depende únicamente de la percepción. La percepción de quien está en la queja está enfocada en el “yo no tengo”, en “hay algo que necesito”, en “eso que él no quiere hacer y por eso no me hace feliz”, en “cómo se comporta mi madre”, en “lo que ella dijo”, en “lo que mi novio no hizo”, o en “el hijo problema”. Es el enfoque y la creencia o el juicio de que “siempre hay algo que falta” y “esa es la base de mi descontento y sufrimiento” y “si eso falta, es imposible disfrutar de nada más”.
Esta actitud se ejerce de una forma constante, y es porque eso mismo es la dualidad, y mi foco se transforma en el vehículo de percepción de esa dualidad. Entonces no podemos ver las cosas hermosas que suceden, ni apreciar lo pequeño y maravilloso que se desenvuelve en cada momento a nuestro alrededor, el milagro mismo y la magnificencia de la vida que late en nosotros y nos rodea.
¿Por qué sucede esto? Porque funcionamos en automático, robotizados, casi repitiendo respuestas a situaciones, sin ser concientes ni de nosotros mismos ni de nuestro entorno. No tenemos entrenamiento en la apreciación, en el agradecimiento, en lo que nos une, en el amor; por eso no es nuestro foco, por eso no podemos percibirlo así.
Pero, ¿y si lo tomamos como el desarrollo de un arte? No diferente a lo que sucede en la música, la pintura, la escultura o la danza, que para desarrollarse requieren aprendizaje y práctica, lo que es natural, más la repetición y el perfeccionamiento de la acción. En este caso, en el arte de disfrutar la vida, está ya dada la vida misma, a la que llegamos dichosos, o sea el don natural está, pero no lo hemos cultivado, y ahora decidimos desarrollarlo. Entonces, me enfoco en el amor, en la apreciación, en la gratitud; no me enfoco en la crítica, la queja o en ver únicamente lo que falta. ¿Qué te parece?
En la dualidad siempre habrá algo que esté mal, hasta que uno se transforma en tanto, pero tanto amor, que lo único que se puede ver es la perfección misma de todo lo que es.
Y allí la mente dice: ¡Eso es irreal! Pero no, ¡es la verdad! Porque el amor percibe solo la unidad dentro de la dualidad, elige la vibración más elevada, empuja al cambio. No seas un robot pasivo e indiferente, y así verás que te ocuparás de las cosas con mucha profundidad y presencia, pero no sufriendo por aquello que percibes como injusto sino elevándolo y contribuyendo con la belleza de ese estado de dicha. Ese es el poder del amor. Ese es el poder del amor, y al pulir tu arte, la obra maestra resultante vibrará en tal plenitud que siempre estarás feliz. Y será algo que tú has creado.
Te invito a que, en estas próximas semanas, por lo menos 3 o más veces al día, te enfoques en el cultivo de lo bello, en la apreciación de las cosas pequeñas, en encontrar aquello que puedes agradecer por todo lo que va aconteciendo. Y en aquellas áreas donde las cosas no van saliendo bien, también agradecer que esas experiencias te estén brindando la oportunidad de aprender, de cambiar, de pulir y perfeccionarte en descubrir la expansión de la dicha y el amor en tu vida cotidiana, en tu relación contigo mismo y con los demás, en tu relación con el planeta, en tus relaciones humanas en distintos niveles de profundidad.
Toma nota de tus descubrimientos y aprendizajes, observa tus cambios, detecta tus resistencias a cambiar, y entrégate a pulir esos aspectos con amor. Y goza del brillo de la dicha. Anota lo que quieres cultivar más.
Y entonces será como si un velo comenzara a caer de tus ojos: tu percepción comenzará a cambiar y gozarás tu obra, tu vida, tu creación, tu expansión de conciencia, disfrutando tu experiencia humana, siendo amor en acción. Con el paso de los días sentirás el amor que crece después del agradecimiento, porque sí, porque es tu sentir, tu obra maestra, tu vivir.
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