Todos queremos tener éxito... Para algunos el éxito significa tener atesorado mucho dinero o bienes, para otros el éxito significa tener poder para hacer todo lo que deseen o para que los demás hagan lo que ellos quieren, para algunos otros el éxito significa tener una posición social encumbrada, para muchos significa tener una excelente salud y vivir muchos años, para ciertas personas tener éxito significa poseer muchas parejas sexuales atractivas, para numerosas personas es viajar, para algunos pocos es estudiar todos los grados posibles en su ramo, para otros el éxito es tener una buena, feliz y estable familia; y para escasas personas, pero que cada día son más, el éxito significa servir … servir a su familia, a sus hijos, a su prójimo, a su comunidad, al Planeta, a su país, o a Dios. O puede ser también una combinación de algunas de las cosas o razones antes mencionadas y de otras. En una palabra, la definición de éxito para cada persona es diferente.
Hasta cierto punto, lo que las personas buscan a través de lo que llaman éxito, es ser felices.
Pero ¿Porqué muchas personas atractivas, inteligentes para las matemáticas y para las ciencias exactas o para memorizar largos textos; con grandes aptitudes artísticas, incluso nacidos en cuna de oro, no llegan a lograr lo que para ellos es el éxito? Y ¿Porqué otros que no son atractivos, ni aceptadamente muy inteligentes, logran puestos altos de gerencia, de organizaciones sociales, políticas, económicas, culturales, o cualquier otra posición deseable para muchos otros millones de personas?
La respuesta que encontré a estos cuestionamientos es que las personas tienen mayor probabilidad de tener éxito, cuando además de prepararse profesional o técnicamente, practican la Inteligencia Emocional.
Y ¿Qué es la Inteligencia Emocional?
“La inteligencia emocional es el manejo inteligente de las emociones”. La inteligencia emocional les hace a estas personas exitosas, ser aceptadas por los demás, haciéndoles sus líderes naturales ó sus ejemplos a seguir porque siempre tienen la actitud y las palabras apropiadas para resolver problemas. Y por fortuna, ésta puede aprenderse. Al practicarla, se beneficia el individuo y rescata o mejora sus relaciones de pareja, de amistad, de trabajo, de familia, etc.
De acuerdo al mismo Profesional de la Salud Mental, “el conocimiento de nuestras propias emociones es indispensable para poder lograr la inteligencia emocional y ello también nos ayuda a reconocer las emociones en los demás” y solucionar mejor los problemas antes de que se presenten o cuando ya se presentó el conflicto.
Las emociones son muy importantes porque nos ayudan a tomar decisiones, a aceptar algo, o a decir que nó y poner límites cuando es debido, entre otras cosas.
Pero, ¿Cómo iniciar el aprendizaje de la inteligencia emocional? Primer paso: Identificar nuestras emociones: Esto significa preguntarnos ¿Cómo me siento? Si me siento bien; mal, con miedo; con frustración; alegría, satisfacción…etc. Segundo paso: Interpretar nuestras propias emociones, o sea, investigar dentro de nosotros mismos ¿De dónde vienen?, ¿Cuándo vienen?, ¿Porqué vienen?, ¿Cómo las adquirimos?. El tercer paso: Saber si nuestras emociones van de acuerdo a las circunstancias o si respondemos exageradamente a lo que nos sucede. El cuarto paso: Es la integración de nuestras emociones, es decir, se trata de no dejarse llevar por nuestras emociones. Y hacernos responsables de ellas, no pretendiendo que los otros son culpables de nuestras reacciones “por provocarnos”. Sino tratar de pensar, de razonar, si esa emoción que vivimos en ese momento, nos conviene o si por el contrario nos va a perjudicar. Este razonamiento nos ayudaría a comportarnos de la mejor manera, en beneficio de nuestra persona (evitando todas las consecuencias de una mala decisión, debido a una emoción negativa) y de quienes nos rodean.
La manera errónea en la que pensamos y actuamos debido a nuestra falta de inteligencia emocional, empieza cuando somos niños; es la manera en la que nos educan la que hace que nos empecemos a sentir diferentes a los hombres y a las mujeres, ya que a las mujeres nos enseñan a demostrar y hablar mas de nuestros sentimientos y los hombres los reprimen: Un ejemplo muy común es cuando al ser pequeñas; si una nena llora; todas dejan de hacer sus juegos y los continúan hasta que ella deja de llorar. Pero en los grupos de niños; si un niño llora; lo dejan solo y esperan que así resuelva su conflicto o problema, o lo regañan; y los demás tratan de no tomarle tanto en cuenta, para supuestamente no avergonzarlo.
Esto trae como consecuencia que las mujeres aprendan a sentirse agredidas cuando al crecer, alguien “les deja”; y los hombres a sentirse amenazados si alguien quiere quitarles su independencia o privacidad (por ejemplo, casarse). Muchas respuestas emocionales son aprendidas por la forma en la que se comportan nuestros padres y luego llevadas casi exactamente a nuestra relación de matrimonio, aunque hayamos jurado o prometido nunca ser como nuestros padres.
Para las mujeres la intimidad significa hablar profundamente de los temas de su interés y para los hombres la intimidad emocional es equivalente a hacer cosas junto con su pareja. Generalmente durante el noviazgo; los hombres aceptan platicar mucho y profundamente de temas que le interesan a su pareja o a ambos, pero después del matrimonio, los hombres se contentan con sólo hacer cosas juntos sin necesidad de hablar (ver la televisión, dormir juntos, arreglar el jardín, etc.); cuestión que a las mujeres molesta mucho, en la mayoría de los caso. Entonces por lógica, lo adecuado es llegar a un acuerdo, platicar un tiempo de asuntos importantes de cada uno de ellos y de la pareja, para resolverlos; y además hacer muchas cosas juntos. O llegar a cualquier acuerdo en el que ambos queden satisfechos.
Esta misma técnica se aplica a la relación con compañeros de trabajo, vecinos, familiares, amigos. La inteligencia emocional se aplica en la vida diaria, al tratar de entender a los demás, llegando a acuerdos, haciendo y aceptando propuestas, para quedar satisfechos todos y convivir armoniosamente. Entendamos que si algún miembro de la pareja, de una familia o de un grupo de trabajo tiene deficiencia de inteligencia emocional, va a acabar por echar a perder el trabajo o esfuerzo de los demás.
Lo que generalmente más lastima las relaciones de pareja, de amistad, de trabajo o de familia, es criticar a la persona, en lugar de inconformarse por lo que hizo o por su actitud. Por ejemplo: Uno puede enojarse porque una persona llegó tarde a una cita previamente concertada y puede decir: “Me siento molesto (a) porque no cumpliste nuestro acuerdo de llegar puntualmente, la próxima ocasión sólo te esperaré 5 min y me retiraré”. Otro ejemplo: No se le debe decir a un hombre “eres un desconsiderado, egoísta, mala persona y desobligado o irresponsable”; sino: “te pido por favor que antes de actuar… pienses, si lo que vas a hacer, me perjudica o me lastima de alguna manera”. De esa forma se reprueba sólo el defecto, no a la persona y se propone una solución al problema.
Lo que mejor podemos hacer en un momento de conflicto es tratar de no responder impulsivamente… intentar controlarse y hacer un esfuerzo por sentir empatía, es decir, ponerse en el lugar de la otra persona, imaginarse en sus circunstancias, y entonces comprenderlo (a) aunque no se esté de acuerdo. En el caso de los hombres se les recomienda no explotar, en cuando su pareja quiere seriamente hablar de un problema, sino que trate de escucharla con atención para que ella se calme. Se recomienda nunca gritar cuando plantean su problema o queja porque eso irrita los sentidos; y también se les sugiere proponer soluciones. En ambos casos, el saber que su pareja le escucha con atención, baja el nivel de frustración y de ira.
En conclusión, la Inteligencia Emocional puede ayudarnos a minimizar o corregir las emociones negativas, mejorando enormemente nuestra salud física y emocional, y nuestras relaciones en general.

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