domingo, 9 de febrero de 2014

Personalidad


Nuestra personalidad está formada por cuatro áreas diferentes de nosotros mismos.
Aunque seamos una unidad, estas cuatro áreas son aspectos diferentes de esa misma unidad. Los aspectos que diferenciamos no se manifiestan, en realidad, separados, sino como un verdadero todo y sin embargo, para comprenderlos debemos diferenciarlos antes de tratar de verlos como una unidad.
Ellos son nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestras motivaciones interiores y nuestras acciones concretas.
Ahora veamos como surgen una a una las diferentes áreas, desde lo abstracto hacia lo concreto.

Dualidad

Así como tenemos dos hemisferios cerebrales y una diestra y una zurda en nuestro cuerpo, también tenemos, en todo lo que nos rodea, pares de opuestos de toda índole.
Por ejemplo, el día y la noche, el blanco y el negro, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, e infinitos más que no es necesario enumerar. La definición más abstracta de este juego de pares es sin dudas el símbolo del yin y el yang, que además nos muestra que son complementarios, que no existe uno sin el otro y que cada uno tiene en sí mismo el germen de su opuesto. Por eso, expresado en el tiempo, uno se convierte en el otro, manifestándose así su unidad intrínseca y su constante equilibrio.
Este par se manifiesta en nuestra personalidad como la parte masculina y la parte femenina que todos, sin importar el sexo que tengamos, llevamos dentro.

La parte masculina es agresiva por naturaleza y nos hace provocativos, con tendencia a iniciar cosas nuevas y afanados por las conquistas. En este contexto preferimos la acción antes que la espera, la competencia en lugar de la cooperación, etc.
La parte femenina es pasiva por naturaleza y nos hace introvertidos y protectores, reservados y receptivos. Orientados más hacia atraer lo que deseamos que a intentar conquistarlo. Preferimos esperar antes que actuar, cooperar en lugar de competir, unir en lugar de dividir.

Tres Cualidades

Estos dos aspectos, opuestos y complementarios, son absolutamente necesarios a la hora de crear. Por ejemplo, para tener un hijo, son necesarios un hombre y una mujer, para crear una corriente eléctrica hacen falta una fase positiva y una negativa, para sostener un peso es necesario un apoyo y así podríamos seguir eternamente.
De este concepto tan simple surgen las tres cualidades posibles y también, a través de su interacción, los famosos cuatro elementos que también tienen su rol en psicología.

Las tres cualidades son lo activo (masculino), lo pasivo (femenino) y lo cambiante (mutable). Ya conocemos los dos primeros. El tercero, cambiante o mutable, es la alteración, la transformación o adaptación de lo que ya estaba hecho. Viéndolo en el símbolo yin yang, es el movimiento en el cual una de las dos, representada por el punto dentro de la figura, cambia y se adapta para emerger con toda su fuerza. En el aspecto psicológico esta energía se manifiesta como flexibilidad, ingenio, inteligencia para adaptarse y conocimiento o consciencia.

Cuatro elementos

Fuego
La parte masculina de la que hablábamos a su vez, tiene dos aspectos diferentes en lo que se refiere a nuestra personalidad. Una de ellas tiene que ver con nuestras motivaciones interiores. Incluso, en rigor, tiene que ver con la intuición como modo de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con nuestro medio.
Lo llamamos Fuego, motivación interior o intuición.
En este aspecto de nuestra personalidad no nos guía el razonamiento ni las emociones, ya que no tenemos miedo. Nos mueven el entusiasmo, la alegría y la pasión interior porque está relacionado con nuestra alma, nuestro ser más interior. Por eso nos hace activos, ardientes, optimistas, dispuestos a hacer cosas nuevas y arriesgadas. Allí se crean nuestros ideales.
Si es nuestro elemento más fuerte puede desequilibrarse y entonces invade a otras áreas correspondientes a otros aspectos. En ese caso nos volvemos vehementes, impetuosos, tendientes a los excesos, violentos o impacientes. También orgullosos, arrogantes y no simpatizamos con los débiles.
Si nuestro elemento fuego no está lo suficientemente activo, sentiremos falta de entusiasmo, de vitalidad y de espíritu. Podemos sentirnos apáticos, tímidos, demasiado serios o deprimidos.

Aire
El otro aspecto que tiene la energía masculina es el del pensamiento. No obstante, el pensamiento es menos activo y concreto que la acción, pues tiene un componente más pasivo. Aquí ya no nos guía nuestro ser interior sino la interacción de él con nuestra mente física.
Lo llamamos aire o pensamiento.
En este aspecto de nuestra personalidad nos guía nuestro razonamiento, estudios, investigación e intelecto. Trabajamos en el plano de las ideas. Es el área donde somos refinados, reflexivos, dedicados a las ciencias. No nos tienta seducir a los demás influenciarlos o impresionarlos, sino que le damos una enorme importancia a la comunicación. Aquí se crean nuestras creencias.
Si es nuestro elemento más fuerte puede desequilibrarse e invadir otras áreas correspondientes a otros aspectos. Cuando esto sucede, podemos volvernos poco prácticos, demasiado teóricos e incapaces de comprender nuestras emociones.
Si en cambio no está suficientemente activo, seremos poco expresivos y comunicativos, aislados, inseguros y no confiaremos en nuestro razonamiento ni en nuestras opiniones.

Tierra
Este es uno de los dos elementos de nuestra naturaleza femenina. Sin embargo no es completamente pasivo, pues se refiere a la concreción física de nuestra intuición, pensamiento y emociones.
Lo llamamos tierra, sensación o cuerpo pleno.
Representa nuestra mente aplicada justamente a los fines materiales y a la percepción del mundo material a través de nuestros sentidos. En esta área está nuestra habilidad para trabajar con sentido común, siendo prácticos y concretos, con los pies sobre la tierra. Es nuestra parte responsable, trabajadora, sencilla y simple. Es lo que nos hace cuidadosos, cautelosos y desconfiados. Aquí creamos nuestros valores.
Cuando este elemento invade otras áreas que no le corresponden, nos volvemos faltos de idealismo, estrechos de miras, sin respeto por los aspectos espirituales y emocionales de la vida. Otro aspecto posible es el materialismo y una vida rutinaria y de orden estricto.
Si en cambio no está suficientemente activo puede ser que seamos poco prácticos, con dificultades para lograr concretar resultados tangibles. También podemos volvernos irresponsables, inestables y desorganizados.

Agua
Es el elemento femenino más receptivo. Es el campo de nuestras emociones. Aquí no nos guía la intuición, ni la razón, ni los  sentidos, sólo cuentan nuestros sentimientos. Lo que importa es si nos gusta o nos disgusta, si nos atrae o sentimos rechazo, si podemos disfrutarlo o nos hace sufrir.
Lo llamamos Agua, sentimiento o emoción.
Es el área en la que somos más sensibles, profundos, reservados y protectores. Allí recibimos la inspiración que luego expresamos a través de las artes, como la música, la poesía, la pintura o la danza, dependiendo de qué otros elementos desarrollemos para poder manifestarlo. Por ejemplo, la poesía requiere desarrollo del elemento aire, la danza del elemento tierra y el teatro del elemento fuego.
Nuestro aspecto emocional es el que nos hace sentir rechazo por las personas ruidosas y agresivas y también es el que nos permite tomar consciencia de nuestros afectos y nuestros odios, de nuestra tristeza y de nuestros enojos, en fin, de nuestro mundo emocional. Su rol también es ayudar al desarrollo de nuestras habilidades psíquicas y al interés por las otras personas. Aquí creamos nuestra ética, que depende de cuánto nos importen los demás.
Cuando este elemento está muy desarrollado e invade otras áreas es posible que seamos muy influenciables, muy impresionables, tímidos, temerosos, inestables y desconfiados. Tendemos a ocultar nuestros sentimientos a diferencia de lo que ocurre en el elemento fuego, que siempre se está exponiendo y expresándose abiertamente.
A su vez, cuando no está suficientemente desarrollado, tendemos a la frialdad y a la falta de sensibilidad. Podemos ser superficiales y también faltos de afectos y de relaciones.

Unidad
Luego de haber comprendido estos diferentes aspectos por separado resta la tarea de reunirlos en un todo unificado a fin de comprender la personalidad de cada persona.
Esta es una tarea que debemos realizar nosotros por nosotros mismos.
Sólo resta explicar que todas las personas contamos con todos estos aspectos en nosotros mismos. Todos estamos hechos con los mismos ingredientes, pero las recetas individuales cambian en sus proporciones y en la forma de interactuar ente ellos.
También hay otro aspecto a tener en cuenta y es que no todos estos aspectos son conscientes.
En el transcurso de nuestro desarrollo como individuos somos influenciados por la educación que recibimos en nuestros hogares, escuelas, grupos sociales y culturales y todos ellos tienen su peso en nuestra personalidad. Pero no es que nos cambien sino que, como mecanismo de defensa, nos hacemos conscientes de todos los aspectos valorados durante nuestra educación y a todos lo que no lo son, los archivamos en nuestro subconsciente. Allí escondemos (de nosotros mismos) lo que no debemos sentir, lo que no debemos pensar y lo que no debemos creer. De este modo creemos ser quienes queremos ser y dejamos de vernos como verdaderamente somos. Así es que para descubrir nuestra verdadera personalidad, debemos también buscar tras el velo de la consciencia todo aquello que de verdad nos pasa, lo que de verdad sentimos y que hemos rechazado para ser aceptados y amados.
Además de las cuatro áreas de nuestra personalidad, también influyen los tres tipos de energías de los cuales, tal vez, nos sintamos cómodos sólo con una y en ese caso habrá que ver con cual. Lo mismo ocurre con la polaridad pasivo-activo.
Por último resta decir que todo esto no es estático, sino que podemos activar o mitigar aquellas áreas que nos interese, de acuerdo a nuestras nuevas metas.

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